lunes, 6 de abril de 2009

LO TERAPEUTICO DEL TEATRO III

¡Quién no ha tenido escalofríos, o se ha visto tomando partido por un personaje, o se ha sentido enamorado, o se ha reído al reconocerse en el escenario, o ha comprendido algo sobre las pasiones humanas, o con gran intimidad, sentado en el público, se ha descubierto pensando sobre la vida y la muerte, viendo Romeo y Julieta, Hamlet , Bernarda Alba , La Vida es sueño , La Gaviota , Casa de Muñecas o...?. Cuándo esta comunión se da, el tiempo desaparece y puede vivirse el misterio.

Actuar incluye la actitud de desprenderse de si mismo, y soltar tu personaje en público. Hacer esa práctica no es nada fácil, ya que, para ello, uno necesita estar en tierra de nadie, buscando ese nuevo ser. Eso incluye estar torpe ante los demás. Esa práctica de transitar por el “no sé como es, estoy investigando, construyéndolo” en “el rápido mundo de hoy en día” requiere coraje.
Ensayar cómo es vivir, relacionarte, expresarte de otra manera soltando la que ya conoces, es sano. Es sano porque abres el punto de mira y comprendes otras maneras de ver y ser. Haciéndolo, puedes mirar la vida como un juego en el que hay distintas maneras de estar y actuar. Disfrutar representándolo, comunicándoselo a otro, te deja el regalo de la memoria en el cuerpo.


¿Cuántas obras nos hablan de la dificultad de un personaje de ponerse en la piel de otros?
¿Acaso Bernarda Alba, siguiendo la norma social, no deja de escuchar la necesidad de sus hijas
o ponerse en su piel, hasta que acontece la tragedia? ¿No ocurre en Romeo y Julieta algo parecido, en el sentido , que la dificultad de los padres de ponerse en la piel de sus hijos y en el amor que estos sienten, les lleva a su muerte?


Y como espectadores, también tenemos el ejemplo de cómo desde el público uno se pone en la piel de los personajes. Como, en la famosa escena de los cómicos, Hamlet les pide a los actores que representen la historia de un rey asesinado por su hermano. Entre el público está el tío de Hamlet que reconoce los hechos y pide suspender la representación pues lo que ve se le hace insostenible.

¿No es el teatro, con sus grandes obras, una reflexión sobre la dificultad del ser humano de salir de sus casillas y emprender el camino de comprenderse y comprender a los demás?



El fin de la actuación es poner un espejo ante el mundo, dice Shakespeare. Actuar con conciencia nos agranda como personas.
Como dice Kevin Spacey (actor en American Beauty): “cuando represento un personaje termino convirtiéndome, no en mejor actor, sino en mejor persona”.
Esto es lo terapéutico.





(Catalina Lladó, profesora de actuación y terapeuta gestalt.)

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