domingo, 30 de enero de 2011

La locura lo cura III: relaciones

Mientras empezaba a escribir estas notas sobre Guillermo Borja, me saltó a la vista una línea perdida -no la he vuelto a encontrar- en el primer volumen de la primera serie de los Cuentos Jasídicos, de Martin Buber, en la edición de Paidós. Contando la vida de alguien, decía así:

"por un tiempo, sintió una profunda Nostalgia de la Muerte, que él consideraba como..."

y de la memoria salieron unas décimas que escuché recitar a Memo a menudo: son de Xavier Vilaurrutia, poeta mexicano, autor de, precisamente, "Nostalgia de la muerte":

A mí mismo me prohibo
revelar nuestro secreto
decir tu nombre completo
o escribirlo cuando escribo.
Prisionero de ti, vivo
buscándote en la sombría
caverna de mi agonía.
Y cuando a solas te invoco,
en la oscura piedra toco
tu impasible compañía.


Si en todas partes estás,
en el agua y en la tierra,
en el aire que me encierra
y en el incendio voraz;
y si a todas partes vas
conmigo en el pensamiento,
en el soplo de mi aliento
y en mi sangre confundida
¿no serás, Muerte, en mi vida,
agua, fuego, polvo y viento?
(La muerte como compañera, como amada, como inexorable despedida, como rival, como tentación, como descanso, como razón. A pocos se habrá llevado tan enamorados de ella como Memo; a pocos tan enamorados de la vida también. En ese amor extremadamente contradictorio se disuelven los opuestos, se anula la dualidad).
Pero dejo a Vilaurrutia y vuelvo a Martin Buber, a ver si encuentro más relaciones entre ambas obras. Martin Buber, fuente de la inspiración existencial de Fritz Perls, en la introducción, dice acerca de la relación entre quien sana y quien acude para ser sanado -y séame perdonada la extrapolación-:

es necesaria la ayuda de un auxiliar. Él es quien puede enseñarte a conducir tus acciones de manera que el alma permanezca libre, así como a permanecer incólume bajo los golpes del destino. Y una y otra vez te toma de la mano y te guía hasta que puedas aventurarte solo. Él no te libera haciendo lo que tu ya eres lo bastante fuerte como para hacer por ti mismo. Ni aligera tu alma en la lucha que ella debe emprender a fin de realizar su particular misión en este mundo. El terapeuta no puede tomer el lugar del paciente, y todo lo demás es una distorsión, cuyos síntomas aparecen relativamente temprano. Jamás permite que su paciente se confíe en él hasta el punto de abandonar su propia tensión y concentración independientes....

y Borja continúa diciendo:
dar libertad. Esperar que la última palabra sea la de él, y no la nuestra. Que sus miedos y sus fantasías sean los suyos. Que la resolución de su situación conflictiva le pertenezca. Otras pretensiones nuestras no son sino impotencia, señales de nuestro muy demandante Ego. Tenemos que lograr su autonomía real a base de la permisividad, del respeto a sus silencios, a su aburrimiento, a su egoismo, a su narcisismo, a su invalidez, a su menosprecio, a su vanidad. Tan solo si le damos cabida a esto, recibiéndolo y observándolo sin enjuiciar, estaremos hablando de un tratamiento profundo.



1 comentario:

Josep Sans dijo...

Me hubiese encantado que mi exterapeuta hubiese leído (y entendido) este último texto de Memo.
Por eso me la dejé.