Usted es el culpable
de todas mis angustias
y todos mis quebrantos.
Usted llenó mi vida
de dulces inquietudes
y amargos desencantos.
de dulces inquietudes
y amargos desencantos.
Su amor es como un grito
que llevo aquí en mi sangre
y aquí en mi corazón.
que llevo aquí en mi sangre
y aquí en mi corazón.
Y soy, aunque no quiera,
esclavo de sus ojos,
juguete de su amor.
esclavo de sus ojos,
juguete de su amor.
¡No juegue con mis penas
ni con mis sentimientos
que es lo único que tengo!
ni con mis sentimientos
que es lo único que tengo!
¡Usted es mi esperanza,
mi última esperanza!,
comprenda de una vez.
mi última esperanza!,
comprenda de una vez.
Que usted me desespera,
me mata, me enloquece,
me mata, me enloquece,
y hasta la vida diera
por vencer el miedo
por vencer el miedo
de besarle a usted.
Y volvía a hacerla sonar y esta vez nos invitaba:
“ahora sean el terapeuta y escuchen cómo les habla su paciente. Escuchen... y sientan!
(Poema de Elias Nandino.).
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