viernes, 17 de diciembre de 2010

Fragmentos de una... conferencia de Claudio Naranjo

Apertura de la V Conferencia Internacional de Barcelona
sobre Educación Superior.

23 de Noviembre de 2010. Apertura de la V Conferencia Internacional de Barcelona
sobre Educación Superior.


1. «No se necesita de mi peculiar visión de los humanos como tricerebrados desintegrados para estar
de acuerdo en que, siendo nuestro problema fundamental el de la consciencia (es decir, nuestra escasa benevolencia, nuestra pobre sabiduría y nuestra falta de libertad), sólo un proceso de desarrollo psicoespiritual masivo podría salvarnos de nuestra crisis planetaria, y por lo tanto urge que el mundo universitario, inmerso en sus rutinas de instrucción e investigación, despierte a la urgencia del desarrollo humano».

 

2. «Parafraseando la opinión que se atribuye a Einstein de que “no podemos resolver nuestros problemas usando el mismo tipo de mente que usamos cuando se crearon”, podemos decir que nos urge trascender la mente patriarcal a través de una transformación que nos permita recuperar la sabiduría animal instintiva,
la capacidad amorosa y una lucidez que nos rescate de la  presente ceguera colectiva. Pues, en la arrogancia de querer saber tantas cosas, ni siquiera tenemos suficiente conciencia para reconocer y lamentar que estamos ciegos. Por ello, nuestra mayor esperanza colectiva es una transformación de la educación que nos permita a corto plazo formar una generación más sabia, solidaria y sana, muy diferente de los modos de la generación actual,  que tan arrogantemente pretendemos reproducir a través de nuestra instituciones educativas».

 

3. «Desde el famoso informe "Limits to Growth" [Los límites del crecimiento] del Club de Roma, hacia finales de la década de los 60, nos hemos dado cuenta, al menos intelectualmente, de que ya no podemos aspirar a un crecimiento industrial indefinido sin arriesgarnos a una extinción comparable a la que sufrieron,
por su inadaptabilidad, los dinosaurios; pero desde entonces hemos seguido devorando nuestro medio ambiente, destruyéndonos unos a otros y a nuestras culturas, a causa de nuestra devoradora adicción a las ganancias. Hemos querido subordinar todas las cosas a las leyes del mercado para que así unos pocos detentores de una desorbitada proporción de la riqueza del mundo puedan seguir prosperando y gozando de su inhumano imperio.
»Se justifica sobradamente entonces que la educación se interese
en contribuir a nuestra sostenibilidad o, como dicen los más optimistas, a nuestro desarrollo sostenible.
»Si se pretende que la educación pueda volvernos más sostenibles “enseñando sostenibilidad”, creo que nos espera a todos una decepción; pues es la experiencia de todos, que a pesar de saber que debemos ser “buenos” y de haber escuchado toda clase de sermones sobre las más altas cualidades que nos conviene cultivar, seguimos siendo víctimas de defectos como la codicia, la mala voluntad y sobre todo la falta de esa sabiduría que, haciéndonos felices, podría volvernos también virtuosos, y así ponernos más allá de la tentación de nuestras emociones destructivas.

 
»En vista de esto y de la gran distancia entre nuestra retórica  y nuestra vida real, pienso que si la educación quiere salvar al mundo de su insostenibilidad, ya crítica, deberá apuntar mucho más allá de lo que piensen los educandos. Más vale que se reconozca pronto que es mejor que no perdamos tiempo en palabras inútiles cuando lo que urge es una redefinición de la educación que haga explicita su dedicación a algo muchísimo más importante que venderles a los jóvenes información que los capacite para pasar exámenes. Más importante aún que almacenar saberes, y más importante también que la cultura, es el sentido común.
 Ya es hora de que la educación despierte de su academicismo y vuelva a hacerse relevante para la vida, cuyo corazón es la vida emocional y en cuya profundidad, a su vez, habita por derecho propio (por mucho que hayan intentado enjaularla y desconocerla) nuestra naturaleza animal».

 

4. «A través de la educación patriarcal que impartimos hemos intentado domesticar y condicionar la naturaleza animal o instintiva de nuestros descendientes, descuidando con ello los intereses de su educación afectiva (que a su vez hubiese sido necesaria para implementar el ideal cristiano del amor). Por ello estoy convencido de que si queremos una educación para la sostenibilidad que sea efectiva y no meramente retórica (y en tanto que retorica, fraudulenta), nos vemos abocados a darle una oportunidad donde
se dé prioridad a eso que en viejos tiempos se llamó “el Reino de Dios en nuestro corazón”, el Tao o la Budeidad, que en el lenguaje científico actual, se traduciría como la optimización de nuestra conciencia. En otras palabras: ya es hora de que, en vez de ocuparnos sólo de los síntomas de nuestro problema universal, vayamos al meollo del asunto, el cual es ese famoso aunque descuidado “factor humano”, confiando en que de esa manera todo lo demás nos será dado por añadidura».

5. «Tomaré como punto de partida en mi exposición la tesis de que sólo podremos aspirar a una vida colectiva sostenible si nos ocupamos del estado mental de cada uno de los que pasan por el sistema educativo, aprovechando así el potencial de la educación no sólo para rescatarnos del estado crítico del desarrollo emocional y de las relaciones personales de las mayorías, sino para una transformación sanadora e iluminadora de la sociedad.

 
»¿Qué sería ocuparnos del estado mental de las personas? Pienso que puede resumirse en que se encaminen hacia la sabiduría, hacia el amor y hacia la salud instintiva o animal, y sobre todo hacia la felicidad, que no puede existir en ausencia de la salud animal, ni donde falta la capacidad de amar, ni en la confusión
de la ignorancia.

 

Corresponde, por lo tanto, que aborde mi tema en tres partes sucesivas, comenzando por lo que la educación puede y debe hacer por una buena relación con nuestro ser instintivo, siguiendo con
el de la educación afectiva (de la que pudiéramos aspirar al desarrollo de las emociones superiores y la superación de las emociones destructivas) y guardando para el final, el tema de lo que podría ser una educación que pusiese su vista no tanto en la transmisión de información y en la comprensión del mundo externo sino en el precepto socrático del “conócete a ti mismo”, acercándonos a través de ello a esa realidad profunda de la que dan noticia las tradiciones espirituales del mundo».





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