lunes, 12 de enero de 2009

Igualito que el SAT para Educadores...


Me han prestado un libro, titulado ¡No saber es formidable!, así, con signos de admiración.

Su autora, Nathalie de Salzmann de Etievan, dice de sí misma en la Carta a los Lectores

que abre el volumen "Por otra parte, quiero subrayar aquí que mi carácter es entero, y con una marcada tendencia hacia lo categórico. Algo de eso se notará en mis palabras. Quisiera que ustedes, al leer este libro, pongan las cosas en su sitio.
Esas exageraciones o maneras absolutas de decir las cosas no revelan ninguna violencia o negatividad de parte mía, sino por el contrario, un sincero deseo por el bien de todos y una profunda convicción de que eso es posible".


Voy a entresacar fragmentos del capítulo dedicado a "cualidades que debe tener un educador"


"Ser maestro", dijo un maestro de Tai Chi Chuan, quiere decir que uno ha experimentado antes que el alumno lo que está enseñando".

¿Sobre qué nos basamos cuando le exigimos al niño ir contra su pasividad o su negatividad? ¿Tenemos acaso una vivencia reciente de lo que eso representa?
¿Cuales han sido las razones para tratar de vencer la pasividad y la negatividad en nosotros mismos? ¿Cuantas veces y cómo hemos tratado de hacerlo?


..yo no puedo ser totalmente diferente de lo que soy. Pero sí puedo tratar... y en ese tratar está mi oportunidad de aprender y comprender, mi oportunidad de abrirme a los niños y comprender sus dificultades en la misma forma que he comprendido las mías.

Cuando estamos cómodos -la mayoría del tiempo- tratamos siempre de copiar algo que una vez dió resultado, y lo hacemos de una forma mecánica. De ese modo uno propicia la desdicha de los niños y la suya propia y así el maestro no aprende nada...


Tenemos que hacer que la atención crezca en el niño. Pero necesitamos exigirnos también lo mismo y aprender a hacerlo. Si nos comprendemos a nosotros mismos, podremos entonces comprender al niño y ayudarlo. Vernos a nosotros mismos, en el acontecer de cada día, es una situación interesante. No hacerlo, no poner esa mirada sobre uno mismo, no hacer el esfuerzo necesario para dividir nuestra atención -una parte sobre nosotros y otra sobre los niños- es dejarnos convencer por el NO, es dejarnos seducir por la pasividad.

Yo estoy en la escuela para llamar a los niños a la conciencia, y para poder hacerlo yo mismo tengo que dirigirme a menudo a mi propia conciencia.


La actitud del maestro debe ser la de enfrentar las dificultades interiormente. Pero siempre huimos, nunca queremos enfrentarlas. Las dificultades nos esclavizan inmediatamente, por lo tanto, tenemos que separarnos un poco y tratar de encontrar por lo menos tres soluciones para cada dificultad. La primera viene de mi personalidad, y nunca será la correcta; la segunda es la opuesta y la tercera será la más acertada.

Partimos siempre de la exigencia a los demás y no de nuestra exigencia hacia nosotros mismos. Muchas veces les pedimos a los niños cosas que nosotros no seríamos capaces de hacer.


Uno anhela una libertad que en realidad no sabe buscar. La libertad no es hacer cualquier cosa que se me antoje. La libertad consistiría en poder liberarme de mi prisión, hecha de hábitos y costumbres que me impiden verme como soy, sin tapujos ni mentiras, y actuar de acuerdo con esa visión.

Si verdaderamente quisiéramos tratar de ocupar el sitio del maestro, aprenderíamos a ser maestros. ¡Ese tratar es nuestra posibilidad!


Los maestros debemos ser muy honestos; es imprescindible aprender a ser honestos. Generalmente llamamos "honestidad" a decirles a los demás lo que pensamos de ellos,
verter toda la basurita o venenito que tenemos adentro encima del otro. pero ser honestos
es acercarnos a nuestra propia realidad, a la verdad. Mirar nuestra incapacidad, nuestra debilidad. Cuando no podamos con algo, digámoslo; y los demás nos ayudarán.
Otro día seré yo quien ayude".


¡No saber es formidable!
Nathalie de Salzmann de Etievan.
Edit. Ganesha. 1996. Venezuela.

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