lunes, 21 de marzo de 2011

La buena educación... y más de lo mismo según Krishnamurti

La buena educación

La educación constituye el núcleo central de la visión del mundo de Krishnamurti. De hecho, dedicó toda su vida a proclamar que la educación era el agente no sólo de la renovación interna, sino también del cambio social. Por lo tanto, la educación representa los cimientos sobre los que habrá de edificarse la buena sociedad. Krishnamurti insistió siempre en la responsabilidad que incumbe al individuo en el orden social:
 “Tú eres el mundo”.
 
Así pues, todo acto de un individuo afecta a los demás, porque “ser es ser en relación” y, en este sentido, no hay conciencia individual, sino sólo una conciencia humana colectiva, lo que implica que el mundo no es algo independiente del sujeto. Su aspiración es el desarrollo armonioso del mundo interior y el mundo exterior de la persona: “lo que uno es interiormente dará lugar a la larga a una sociedad buena o al deterioro progresivo de las relaciones humanas”. Sin embargo, esta armonía “es posible que no llegue a producirse si nuestros ojos miran tan sólo el mundo exterior”. El mundo interior es la “fuente y la continuación del desorden”, y para Krishnamurti corresponde a la educación transformar la fuente que es la persona, porque
“son los seres humanos los que crean la sociedad, no los dioses del cielo”.
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El único ámbito en el que el Estado deja espacio para el crecimiento y desarrollo individuales es la inculcación de “valores” por medio de algún tipo de educación moral. Estos valores se definen en función de algunos problemas sociales del momento y no apuntan a resolver las cuestiones fundamentales subyacentes en todas las relaciones sociales. Por ejemplo, en un documento actual de debate, difundido por el Consejo Nacional de Investigación (Pedagógica) y Formación Pedagógicas (NCERT) de Nueva Delhi con miras a la formulación de un Plan Nacional para la Educación Escolar, se alude a “la erosión de los valores esenciales y el cinismo creciente de la sociedad” y se defiende el valor de la educación, que “contribuirá a eliminar el oscurantismo, el fanatismo religioso, la violencia, la superstición y el fatalismo”. Se recomiendan “valores” como la “regularidad y la puntualidad, la limpieza, la aplicación/diligencia, el sentido del deber y del servicio, la igualdad, la cooperación, el sentido de la responsabilidad, la veracidad y la identidad nacional”. Aparte de su tono condescendiente y preceptivo, es evidente que este tipo de declaraciones no suscitará ningún cambio importante en las conciencias individuales, a no ser que se exponga con claridad la naturaleza de la renovación interior que buscamos a través de la educación.
Es en este contexto donde el compromiso de Krishnamurti con la educación se revela en toda su plenitud: su interés por la relación entre la educación y la sociedad en lo referente al poder de transformación de la primera. Este aspecto de la enseñanza de Krishnamurti es la piedra de toque de sus teorías sobre la educación y puede representar una contribución significativa a la formulación de una política inteligente que aspire al cambio por la vía de una “buena” educación.
El documento completo -y ¡vale la pena!- está en  http://www.indiga.org/religions/me_kmurti2.htm  , que es de donde he cortapegado estos pocos párrafos.



 

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