jueves, 8 de noviembre de 2007

Educación Emocional y prevención de adicciones














Un artículo escrito por Francisco Sierra Luque y Purificación A. Borrego García, coordinadores del centro Alejandría de Granada, para la revista de la AETG.





Qué es lo que queremos trasmitir…

Nos gustaría aprovechar esta oportunidad para trasmitir lo importante que es el mundo emocional en nuestras vidas, de cómo una armonía en este sentido es un factor de protección para la prevención de adicciones y otros malestares sociales.
Cada día sentimos, cómo nuestra vitalidad, nuestras relaciones, ideas, toma de decisiones, motivaciones, iniciativas, capacidad de resolución de conflictos, encuentros y desencuentros están modulados por la calidad de nuestras emociones Entonces ….. ¿Qué es lo que ocurre? ¿Cual es el lugar que ocupan? ¿Por qué nos cuestionamos su importancia?.
Al igual que estamos convencidos de que con el reconocimiento y respeto de los derechos de grupos minoritarios y/o desvalorizados se evitarían muchos sufrimientos y todos/as ganaríamos, esa misma integración es la que creemos que es necesaria darle al mundo emocional en la persona, en la educación, en lo social.


Un poco de historia

No es nueva la idea de la importancia de las emociones, aunque partimos de una cultura histórica en la que se le ha mostrado mucha desconfianza. A principios del siglo XX distintas corrientes de la psicología, especialmente las más humanistas, nos introducen en la cultura de “los grupos terapéuticos y de crecimiento personal” un punto central de cuya dinámica está en la aceptación de los afectos y sentimientos provocados en la interacción grupal. Es a finales del siglo XX cuando se empieza a replantear la educación emocional de forma mayoritaria. Y es probable que haya sido por el momento sociocultural que vivimos y su relación con el éxito personal y profesional, por lo que ha tantos ojos y oídos se hayan abierto a algo que siempre ha estado en la esencia de la persona.

En 1990 Mayer y Salovey , partiendo de la concepción de inteligencias múltiples en la persona, crean el modelo de procesamiento emocional de la información y hablan del concepto de Inteligencia Emocional como de un vino que, aunque no es nuevo, apenas se ha probado. Es Goleman, basándose en los trabajos de estos autores, aunque realizando su propio modelo, quién en el best séller “la Inteligencia Emocional”( 1995), señalaría la Competencia emocional como determinante en el éxito personal y profesional y provoría una extensa difusión de este concepto.

Desde distintas perspectivas: educativa, social, empresarial… se empieza a considerar la inteligencia emocional como un componente de la personalidad al que mirar de forma mucho más seria de lo que hasta entonces se había hecho. Comienzan a proliferan trabajos, que tratan de motivar hacía la necesidad de la educación emocional en el sistema educativo, como una parcela desatendida; y lo que es más, de la gran influencia en el rendimiento escolar, en la madurez de la persona que se educa y de las ventajas que encontraría el profesorado al desarrollar su inteligencia emocional para afrontar múltiples conflictos.
Otras propuestas, apuestan por la educación emocional como forma de intervenir en los programas de violencia de género; en el mundo empresarial como herramienta para la eficacia , el éxito y la gestión eficiente de equipos de trabajo; y desde el campo de lo social, como una habilidad necesaria para el cuidado del cuidador y del profesional.


Educación Emocional en prevención de adicciones

Queremos contribuir al debate sobre este tema insistiendo en la vinculación directa entre educación emocional y la prevención de adicciones

En el caso de las drogodependencias nos hemos sentido atraídos por conocer las raíces de este problema y hemos constatado que, hasta en los momentos de más rabia social y de impotencia ante este fenómeno, han aparecido los planteamientos sobre la necesidad de la prevención.

Prevenir las drogodependencias se convirtió en un camino que pronto fue señalado por las personas involucradas en el tema como la salida más coherente y necesaria. Teníamos que indagar para diseñar estrategias a medio y largo plazo. Sabíamos a donde queríamos llegar pero no estaba del todo claro el cómo. Se han desarrollado iniciativas muy variadas: el control de la oferta, la necesidad de información, la sensibilización social, el cambio de actitudes, alternativas al ocio y al tiempo libre, escuelas de familias…y todo ello generando un movimiento asociativo de dimensiones extraordinarias en Andalucía.

La reflexión y análisis de esta problemática -en los grupos de trabajo, en los talleres, en los cursos que hemos tenido la suerte de poder dinamizar-, nos situaban la mayoría de la veces ante la necesidad de reforzar a la persona, donde convergían tanto los factores de riesgo, como los de protección.

Existe una parte de responsabilidad individual de cara a la adicción, -sin perder de vista la responsabilidad de la estructura social en la generación de enfermedades sociales, como las adicciones, y todos los desencadenantes de las mismas por el tratamiento social del objeto adictivo y de las personas que se ven inmersas en estas circunstancias-. El reconocimiento de esta responsabilidad individual y la confianza en la capacidad y libertad de las personas para decidir, son los principios que nos guían en la apuesta para trabajar sus fortalezas

La persona se encuentra en muchos momentos de su vida en una encrucijada entre lo que es



lo que cree que es, lo que espera de su vida, las expectativas depositadas en ella, sus deseos, sus necesidades, las exigencias externas e internas, los temores, separaciones, duelos, frustraciones, inseguridades, dependencias, carencias… y todo esto moviliza un conjunto de emociones y sentimientos a veces de no fácil asimilación y más aún si su educación no las ha tenido en cuenta . Esta falta de preparación para cómo afrontarlo, puede acabar generando más de un cortocircuito, capaz de confundir, de impulsar a buscar intentos de resolución por caminos inadecuados y de hacer “enfermar” al individuo llevándolo a desarrollar a veces comportamientos destructivos tanto para él como para su medio.

La educación emocional por sí sola no es la panacea que va a extinguir el problema de las adicciones; probablemente tampoco resuelva definitivamente el fracaso escolar ni el maltrato de cualquier tipo; ni nos sitúe en un escenario de paz, concordia y felicidad. Lo que sí creemos es que sin abordar este tema de forma seria no lograremos situarnos en una predisposición que contemple a la persona en su totalidad y que posibilite la creación de contextos preventivos.



Vamos a desglosar algunas razones:
· En la base de la educación emocional está la comprensión de nosotros mismos, la conciencia: algo tan sencillo como notar y descifrar una emoción cuando aparece, hacernos cargo de ella, tenerla en cuenta. Es el primer paso a educar y es necesario para desarrollar una conciencia empática de los demás.
· La empatía implica en si misma actitudes interpersonales y grupales que nos acercan a los demás, no solo desde la razón, sino que nos hace capaces de acercarnos a su mundo emocional, a la comprensión de sus sentimientos, a ponernos en el lugar del otro y compartir sus emociones sin confundirlas con las nuestras. Estas habilidades personales se convierten en una vacuna contra el rechazo y la desvalorización -aspectos implícitos en comportamientos de falta de respeto o aceptación hacia realidades diferentes (inmigrantes, hombres o mujeres, jóvenes o ancianos, drogodependientes, homosexuales…..)-.
· Nos permitiría el acercarnos a la riqueza y complejidad emocional humana desde la confianza que da el reconocer la función de las emociones en la supervivencia
· Otro beneficio de la educación emocional es el desarrollo de la capacidad de expresión de emociones, cuyo déficit, además de ser causa de dificultades relacionales y de comunicación desencadena enfermedades psicosomáticas/ emocionales, como ansiedad, depresión, problemas de sueño, anorexia…)
· El dominio emocional, es decir la capacidad de elegir el momento y calidad de expresión de nuestras emociones, sería la etapa más avanzada de esta educación. La carencia de esta habilidad es consecuencia de otras alteraciones como falta de control de impulsos, violencias, inhibiciones….
· Por último queremos señalar la riqueza de la integración de nuestras emociones, en nuestros movimientos, relaciones, toma de decisiones. No vivir nuestras partes, “lo que pienso, lo que siento”, como rivalidades, sino como aspectos que se enriquecen para la comprensión de nosotros mismos y del mundo que nos rodea….”

Muchos de los síntomas personales y actitudes interpersonales que en estos párrafos se señalan son considerados como factores de riesgo de adicciones. En contraposición la educación emocional se puede considerar un factor de protección de primer orden al fortalecer las habilidades personales que facilitan las relaciones con los demás y la creación de contextos preventivos.


Metodología de la intervención en la Educación Emocional

Llegados a este punto nos planteamos cómo hacer para fortalecer la capacidad de identificar el mundo emocional y dominarlo, para ser capaces de canalizar la expresión emocional de la manera más saludable posible, de establecer los criterios para llegar a relacionarse sin necesidad de ocultarse, disfrazarse de lo que no se es o manifestarse de forma tan impulsiva que se arriesguen la propia integridad o la de los demás.

Un handicap que aún no parece del todo resuelto, es la forma, la metodología a usar para una educación emocional. Hay programas que pretenden esta educación fundamentalmente desde lo racional, y desde ahí seguirá quedando la carencia en el mismo plano que ahora tenemos, el del mundo emocional, el de los sentimientos.
En nuestro trabajo estamos experimentando la metodología vivencial como herramienta para la educación emocional ya que en sí misma contempla la integración de lo cognitivo, lo emocional y lo conductual, movilizando el potencial de las personas participantes, permitiendo un más fácil acercamiento a sus sentimientos y afectos. Con ella, a través de la acción, podemos ayudar a descubrir aquellos aspectos negados o reprimidos y desde ahí revisarlos, descubrir sus potencialidades, de tal forma, que nos permitan atravesar los bloqueos emocionales, reconociéndolos para acercarnos a una expresión mas libre y saludable.

Ahora bien, ¿quién podría desarrollar esta función de educación emocional? En un principio cualquiera que tuviera la responsabilidad de educar (padres, madres, monitores/as, educadores/as, profesores/as…) No necesariamente la educación emocional es algo que se desarrolla en talleres o espacios estructurados para ello. Al relacionarnos, sobre todo desde posiciones de autoridad (y esta fundamentalmente afectiva) se trasmite desde el modelado, tengamos o no conciencia de ello. La falta de conciencia, no implicaría no trasmitir modelos sino solo la enajenación de la calidad de nuestra influencia
Teniendo en cuenta que esta área de la educación ha estado pobre de contenido, cuando no al mundo de las sombras o al de lo privado, es probable que nuestras buenas intenciones no basten ya que no podemos educar lo que no conocemos, lo que no tenemos desarrollado. Nos encontraríamos en la necesidad de que estos agentes de situación privilegiada en la educación, pudiesen revisar su competencia para desarrollar esa función de educadores emocionales.
En algunos trabajos ya se señala la necesidad de la figura de los/as educadores/as emocionales, aspecto con el que estamos de acuerdo. No podemos reconocer, tratar de implantar la educación emocional y no facilitar las habilidades y las herramientas a quién no las posea. Desde ahí solo nos quedaremos en intenciones
Nos encontramos con una cadena de procesos educativos que sería necesario comenzar cuanto antes. Pasar ya de esta ardua tarea de justificación de su necesidad (de tan clara evidencia) a establecer estrategias y mecanismos que faciliten un fácil y asequible acceso a esta formación.

Por último señalar que el crecimiento emocional de una persona es un proceso permanente, que nos acerca a hacernos un poco más libres y sabios/as, a encontrar el camino para no depositar nuestra responsabilidad en nada ni en nadie.


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